Familiares y amigos

¿¡Qué hacer con quien sufre la pérdida de un ser querido!?
¿Cómo comportarnos con los dolientes?

Cuando alguien cercano pierde un ser muy querido, solemos decir: “si me necesitas llámame, para lo que necesites, para lo que sea”.

Seguro que lo decimos de verdad y desde el corazón, pero lo primero que tenemos que saber es que los dolientes no tienen apenas voluntad ni fuerza si quiera para pedir ayuda.

¿De verdad podemos asegurar y creer que alguien sumido en la mayor de la tristeza, sin deseos de vivir, que no puede apenas comer, dormir, ni respirar, puede descolgar el teléfono o dirigirse hasta tu puerta para decirte “te necesito”?

Se debe asumir por tanto que hay que tomar la iniciativa. Para ayudar a un doliente deberá mostrar compasión, comprensión y mucho amor. No esperar que acudan a nosotros.

No nos limitemos a decir: "Si hay algo que pueda hacer..." Encuentre ese "algo" por sí mismo, y entonces, si es conveniente, tome la iniciativa.

Pero ¿qué hacer… qué decir… cómo para ayudar a quien está de duelo?

Se ofrecen unos cuantos consejos:

Acompañar:


A veces no hay palabras, por ello lo mejor en esos momentos simplemente es ESTAR:

Sujetar una mano… oprimir un hombro… acariciar una mejilla… y ofrecer todo el apoyo que creamos necesario tanto física, emocional como espiritualmente.

No se mantenga alejado por no saber qué decir o hacer. Es muy frecuente que nos asustemos ante el temor que produce el dolor que vemos y nos haga pensar:

"Es mejor dejarles ahora… Necesitan estar solos y descansar… “

Quizá nos mantengamos alejados porque temamos hacer o decir una inconveniencia, pero si evitamos estar con los dolientes se sentirán más solos e incomprendidos.

Nuestra sola presencia puede infundirles ánimos.



Serenar


Adoptar un aire reposado, sobrio, incluso de firmeza.

Calmarles con palabras cariñosas y gestos suaves.

Soportar la expresión de sus sentimientos por duros que estos se muestren.

Admitir con tolerancia las posibles manifestaciones de rabia, ira, llanto o cualquier otro brote de sentimientos y emociones contradictorios.

Recalcar las veces que sean necesarias que es normal que se sientan en ese estado de confusión y ansiedad, insistiendo en que no se están volviendo “locos” y que todos esos sentimientos por extraños y virulentos que sean, son seguramente normales ante la situación que están viviendo.

Escuchar, permitir y favorecer su desahogo


Es muy importante para el doliente que sienta que comparten su dolor.

Hay que favorecer que expresen libremente sus sentimientos y estar solícitos para escuchar.

La escucha es esencial y una buena forma de aliviar su pena.

Puede que necesiten hablar mucho de su ser querido, de cómo sucedió el accidente o la enfermedad, qué pasó antes o qué siente por ello.

Hablar de la persona fallecida es una necesidad importante para la persona en duelo, sobre sus proyectos, su personalidad, etc.

Por el contrario hay personas a las que les cuesta hablar y expresar lo que sienten.

Es muy importante preguntar sin temor si quiere hablar de ello, o si prefiere lo contrario.

Lo mejor es que decida por sí mismo sin tener que se sientan obligados a “comportarse” de un modo determinado.

No presionarlos para que dejen de llorar, todo lo contrario, permitir su llanto.

Es muy importante dejar que las personas que han perdido a un ser querido manifiesten sus sentimientos y se desahoguen

No temer que se desfoguen con nosotros.

Ser pacientes y comprensivos.

No pensar que la persona que acompaña y escucha tiene que ocultar sus sentimientos para que no les afecte a ellos, ¡es muy sanador, para ambos, llorar con los que lloran!

Es un gran error, creer que hay que evitar referirse al difunto ya que es muy doloroso para alguien en duelo, comprobar que ni siquiera nombren a su ser querido, no hablen de él o intenten evadir la conversación o cambiarla a otros comentarios.

¡No hay que cambiar de tema si el doliente nombra al fallecido!

Muchas personas agradecen muchísimo oír hablar a los amigos y familiares de las cualidades y formas de ser únicas del fallecido y por las que sentían gran cariño.

Al contrario de lo que se piensa, es muy gratificante oír las cualidades, detalles y gestos que hiciese en vida con ellos su persona querida.



Comprensión


No diga: "Se cómo te sientes"

¿De verdad lo sabe?...

¿Cómo comprender, por ejemplo, lo que sienten los padres cuando muere un hijo si no se ha experimentado esa misma pérdida?...

Y aun si la ha experimentado, tenga en cuenta que no todo el mundo reacciona exactamente igual.

Una persona que ha experimentado la misma pérdida, puede ayudar mucho a otra en la misma situación, así podría confortar al doliente, saber cómo se sobrepuso de su pérdida.

Quizá en estos casos, lo mejor sea en vez de decir “sé cómo te sientes” limitarnos a contar nuestra historia y dejar que la otra persona saque sus propias conclusiones.

Evitar las frases hechas


Frases como:

“LA VIDA SIGUE”…

“DIOS LO HA QUERIDO ASÍ”…

“ES UN ÁNGEL EN EL CIELO”…

“SE VAN LOS BUENOS”…

“TIENES OTROS HIJOS, MARIDO… ETC.”…

"ERES JOVEN AÚN"...

"TIENES UNA VIDA POR DELANTE"...

“PUEDES TENER OTRO NIÑO”…

“YA HA DEJADO DE SUFRIR”…

“POR LO MENOS ESTÁ EN PAZ”…

“ES MEJOR QUE HAYA SIDO ASÍ”…

¡Suelen provocar más dolor, desconcierto y hasta rabia e indignación!

Evitemos pronunciarlas

Si no sabemos qué decir, es mejor no decir nada.

¡SOLO ESTAR! junto a las personas que sufren les puede hacer un gran bien.

Que sientan que hay alguien preocupado y ocupado de ellos y de sus familias.



Brindarnos en todo lo que podamos


Unas personas pueden ser más diestras o tener más disposición o facilidad para realizar papeleos, otras para la limpieza de la casa, la atención de familiares, de los niños pequeños; otras en acompañar, hacer las compras, etc., etc., etc.

¡Siempre hay algo que hacer para ayudar a la famila en duelo!

Ponerse a disposición de los dolientes, no solo en los primeros días o semanas cuando quizá hay muchos otros amigos y familiares cerca, sino semanas e incluso meses después, cuando todos han vuelto a sus vidas y actividades diarias.

Permanecer junto al familiar o amigo en el tiempo. En días de diario, pero sobre todo en los momentos más difíciles como:
aniversarios, fechas especiales, Navidad, vacaciones… será nuestro mejor apoyo al mismo y a su familia más cercana.

Procurar que no estén solos mucho tiempo y llenarles en lo posible el vacío de su pérdida.

Establecer con otros familiares y amigos cercanos ciertos “turnos” para que la familia se encuentre rodeada a menudo de personas que les apoyan.



Tomar la iniciativa, si es necesario


Las personas en duelo suelen estar tan sumidas en su dolor, que éste les impide tener capacidad suficiente para enfrentarse a la ejecución o decisión de ciertas cuestiones o trámites.

Por ejemplo la gestión del papeleo, la atención y alojamiento de los posibles familiares que acuden al sepelio llegados de fuera, el cuidado de los niños más pequeños, etc.

Su aturdimiento puede llevarles a no saber qué hacer, menos aún encargárselo a los demás, por tanto necesitan que alguien tome decisiones por ellos.

Siempre con la conveniente prudencia, si vemos que hay cosas que hacer ¡hagámoslas! tomemos la iniciativa. Es mejor decidir que preguntar cosas que son evidentes.

En los primeros momentos y días:

  • Si la casa está desordenada, intentemos componerla de forma diligente y discreta…
  • Tomar la agenda telefónica para ir dando la noticia a más familiares y amigos.
  • Hay que ir a buscar a alguien de la familia o trasladarles…
  • Si hay que recoger a niños del colegio o llevarles con algún familiar…
  • Ponerse en contacto con los centros de trabajo para avisar del suceso.
  • Encargar algo de comer en algún restaurante o bar cercano, incluso convenirlo con alguna vecina que se preste a organizarlo…
  • Hacer las compras de alimentación (lo que podemos continuar haciendo durante tiempo después)

Días, semanas, tiempo después:

  • Llevarles a menudo comida hecha.
  • Dar algún paseo a los niños o jóvenes para intentar distraerles.
  • Avisar a los servicios médicos si es necesario o acompañarles a sus consultas.
  • Encargarse de las mascotas o repartirlas entre quienes puedan hacerse cargo algún tiempo de ellas.
  • Brindarnos a acompañar a padres o familiares a los colegios de los niños, incluso prevenir al profesorado de la situación por la que está atravesando la familia…
  • En meses y años siguientes, las personas que han experimentado la pérdida pueden sentir mucha angustia cuando llegan aniversarios como bodas, el del fallecimiento, etc.
  • Se puede marcar en la agenda estas fechas para ponernos en contacto y así darles apoyo moral, si lo necesitan

¡Seguro que lo agradecerán!.



Evitar dar consejos fáciles o soluciones inmediatas


Las personas en duelo se encuentran en un momento crucial en sus vidas y necesitan ¡COMO NUNCA¡ del cariño, consuelo y apoyo de sus familiares y amigos.

Están tan heridos tanto moral, mental, física y espiritualmente, que no tienen capacidad suficiente para tomar decisiones, incluso sobre cosas de menor trascendencia.

Sobre todo si el fallecimiento se ha producido de forma brusca y accidental, si han sido víctimas de violencia, asesinato, terrorismo o han estado desaparecidos cierto tiempo.

Muchos dolientes necesitarán bastante tiempo para asimilar la pérdida del ser querido.

No hay que atosigarles con consejos o demandarles que tomen decisiones mas o menos inmediatas ante asuntos tan importantes como el cambio de domicilio, la venta de la vivienda, el reparto de bienes y objetos personales, cambiar de ocupación, ciudad o trabajo, etc., etc. Todo esto debe de irse solucionando poco a poco, ¡habrá tiempo para ello!.

Se les puede ayudar diciéndoles que no tengan prisa en tomar sus decisiones. En todo caso, preguntarles si necesitan que les apuntemos alguna ligera idea que pueda servirles de ayuda para tomar, a su tiempo, la decisión sobre el tema a tratar.

No les diga que se deshagan de la ropa u otros efectos personales del difunto antes de que estén preparados para ello.

Tampoco que tienen que deshacerse de los objetos que les traen recuerdos porque le prolonguen o provoquen más aflicción.



Ser generoso y hospitalario


En vez de decir: “ven a casa cuando quieras”, concreta día y la hora de la invitación.

Tal vez rechazan el ofrecimiento por temor a perder el control de sus emociones frente a otras personas.

No rendirse enseguida si rechazan la invitación o le dan largas, pueden necesitar que se les insista un poco.

También es posible que no les parezca bien disfrutar de una comida y de compañía en tales momentos.

Escriba una carta, poema o tarjeta


Con frecuencia se pasa por alto el valor de una carta de pésame o una tarjeta de condolencia.

Personas que han pasado por una pérdida importante, han comentado que les ayudó mucho recibir algun escrito o carta de amigos y familiares, ya que podía leerla y releerla.

Una carta o tarjeta de consuelo puede componerse de solo unas pocas palabras, pero debe estar escrita con el corazón.

En ella puede decirle al doliente que se preocupa por él y que guarda gratos recuerdos del difunto, o puede explicarle cómo influyó este en su propia vida.

Orar juntos


El valor de rezar con los afligidos tiene mucha fuerza.

Puede ser muy confortante para la persona en duelo, compartir momentos de oración, ya sea participando en ritos o en la propia intimidad.

Si nos oyen orar por ellos puede ayudarles, por ejemplo, a vencer sentimientos negativos como el de culpa.